lunes, 30 de enero de 2017

El día que mi profe entendió que no aprendí nada

Si hay algo que me enferma después de estudiar para ser profesor, es que ahora te digan e inculquen que todo fracaso en el desempeño de los estudiantes es culpa del profesor, que en este caso soy yo.

Fue durante mi primer año de carrera que, en mi infinito afán de verme a mí mismo como escritor, terminé enterándome de que había una revista en mi facultad, y que estaban recibiendo columnistas. Hablé con el profesor a cargo, y publiqué un ensayo que hice sobre política que me sirvió para tener un 6,5 en una presentación un par de semanas antes.

Pero después llegó la semana de entrega para la segunda entrega de la revista. Fue en ese momento que vi mi copia de "El Príncipe", de Nicolás Maquiavelo, y me di cuenta de que estaba cansado de que me enseñaran que toda la culpa era del profesor cuando pasaba algo en la sala (incluso, por un momento, me acordé del chiste de que los enfermos le dan las gracias a Dios cuando algo sale bien, cuando fue el médico el que hizo todo el trabajo).

Todo esto hizo que mi mente escribiera un ensayo en el que decía como el profesor tenía que ser un tipo cabrón, pero un cabrón con estilo (gracias, Coco Legrand), y tenía que pedirle a alguien que lo leyera, así que se lo mandé a una profesora de un ramo de pedagogía.

Lo único que me dijo era que era todo lo contrario a lo que me habían enseñado en la carrera. Eso sí, me felicitó porque no tenía errores de redacción.

jueves, 26 de enero de 2017

El teclado

Muchas veces me he parado a pensar en que los escritores antiguos tenían que escribir sus libros a mano, y que luego cambiaron su método de escritura cuando pudieron disponer de una máquina de escribir para realizar su trabajo.

Incluso, cuenta la historia de que Nietzche experimentó un cambio radical en su forma de escribir cuando adoptó el uso de una bola de escribir mecánica. Incluso si no sé si dicho aparato fue tan difundido y usado como lo es la máquina de escribir que todos reconocemos e imaginamos al escuchar el término, eso me puso a pensar acerca de las manías que tenemos a veces con nuestros aparatos electrónicos.

Por mi parte, usé un teclado normal durante gran parte de mi vida, partiendo a los 4 años, cuando mis padres compraron un Compaq Presario que yo usaba para jugar Crayola hacia finales de los años noventa. Luego, usé un teclado ligeramente más moderno cuando compraron un equipo Olidata hacia principios del milenio, el cuál usé hasta finales de la década, cuando me regalaron un computador reacondicionado del lugar de trabajo de mi mamá, que incluía un teclado Microsoft que supuestamente era ergonómico, pero solo me causó gran dificultad para escribir, y que dejó de funcionar al tiempo después.

Luego, en 2012, compré un teclado por primera vez, que fue uno de marca Genius, en una conocida tienda de electrónica. Al año de comprarlo, que coincidió con mi primer año de universidad, comencé a tener fuertes dolencias en mis muñecas, que no se hicieron más fáciles de soportar con mi uso intensivo de un joystick de consola. Esto me llevó a un tratamiento por tendinalgia, que es el principio de una tendinitis. Lo peor es que esta se gatilló tras quedarme dormido por 12 horas por encima de mi brazo, y no por escribir mucho.

En 2015, tuve tendinitis oficialmente, y pensé por primera vez en cambiar mi teclado. Mi novia me habló sobre los teclados mecánicos, y comencé a considerarlos una buena opción, aunque no lo era financieramente, incluso cuando amo escribir, y llegué a tener tanto dolor que tuve que pedirle a una profesora dar una prueba de forma oral, ya que no podía escribir.

En julio del 2016 gané un concurso en una radio chilena, y debo decir que me vi forzado a vender el premio para cambiar mi computador y mi teclado, que ya estaba causándome dolores más fuertes de lo que podía soportar, y mi computador no me dejaba escuchar música mientras escribía. Con el dinero me compré un teclado mecánico diseñado para videojuegos, ya que las teclas que suelen usarse más para jugar están iluminadas en rojo. 

Debo decir que cuando me compré este teclado fue casi una conexión instantánea: lo probé en una tienda en el Costanera Center, y lo compré en la sucursal de la misma en La Florida (debo confesar que el vendedor de la primera tienda lo abrió para mí, pidiéndome que luego fuese a comprarlo para evitar problemas. Me sentí terrible por aquello, pero albergaba esperanzas de encontrar uno más barato), y sentí que las teclas causaban pequeños orgasmos en mis dedos de escritor, ya que eran muy suaves al tacto.

En esos días no tenía acceso a internet, por lo que usé el pequeño disco de instalación, y casi quemé mi computador en el proceso (así de viejo estaba). Fue un problema al principio, pero logré acostumbrarme a las teclas, y agradecí poder usar funciones multimedia por primera vez en mucho tiempo.

Ahora, mi cantidad de palabras por día ha aumentado, y los dolores de los tendones siguen, aunque más suaves. Muchas veces pienso que las manos son el instrumento más valioso de un escritor, y estas necesitan tener a su alcance las herramientas adecuadas. Sí, muchos pueden decirme que un verdadero escritor escribirá con su propia mierda en una pared si de verdad quiere hacerlo, pero tienen que admitir que no cualquiera tiene el aguante para mantener el brazo en alto mientras escribe ¿Se imaginan qué hubiera pasado si Tolkien hubiera escrito la saga de El Señor de los Anillos de esta forma?.

Además, muchas veces veo mi caligrafía y recuerdo que hay una razón por la que dejé de escribir mis originales en papel a los catorce años, pero me lamento de haber aprendido la importancia de editar recién a los 20 y algo.